¿Qué son la migración, la emigración y la inmigración?
La migración es el cambio de residencia habitual de un ser viviente, ya sea de manera permanente o estacional, es decir, al cambio de hábitat y ubicación por largos períodos de tiempo. A quienes emprenden estos desplazamientos se les conoce como migrantes o especies migratorias.
Es posible distinguir entre migraciones animales y migraciones humanas, ya que suelen darse por motivos distintos y de acuerdo a mecánicas diferentes: Los animales migran de un hábitat a otro, escapando de condiciones climáticas adversas, o persiguiendo un sitio seguro para el cortejo y la reproducción.
Por ejemplo, las golondrinas suelen huir del invierno hacia latitudes más cálidas, volando en masa hasta dar con un sitio propicio en el que volver a construir sus nidos. Una vez que los fríos terminan, emprenden masivamente el regreso a casa. En cambio, los seres humanos lo hacen en pos de mejoras socioeconómicas o como consecuencia de desplazamientos forzosos por guerras, crisis políticas o desastres naturales.
Según sea uno u otro el caso, estaremos en el campo de estudio de la zoología y la ecología, o bien de la geografía y la demografía.
En el caso de las migraciones humanas, se diferencian según el punto de vista desde el que son consideradas. Si se considera desde el lugar que las personas abandonan, se trata de emigración. En cambio si se considera desde el lugar a donde llegan, se denomina inmigración. Un fenómeno no puede darse sin el otro, y la distinción entre ser un emigrante y un inmigrante depende del punto de vista.
Así, para quienes permanecen en su país de origen, aquellos que lo abandonan en pos de nuevos lugares donde residir, son emigrantes, pues han salido, se han ido (el término proviene del latín exmigrare, literalmente “moverse para afuera”).
Por otro lado, esos mismos individuos, percibidos desde el punto de vista de quienes son originarios del lugar hacia el cual marchan, se convierten en inmigrantes, pues provienen del afuera y se instalan dentro de un nuevo país (el término proviene del latín immigrare, literalmente “moverse hacia adentro”).
Los procesos de emigración e inmigración son muy comunes a lo largo de la historia humana, y son causantes directos del enriquecimiento y el intercambio genéticos y culturales entre los pueblos que integran la humanidad. Desde tiempos inmemoriales los seres humanos han migrado, llevando consigo saberes, costumbres, idiomas y religiones, que constituyen un aporte a su nuevo lugar de residencia.
Sin embargo, no todo el mundo percibe de la misma forma estos complejos procesos de desplazamiento humano, sobre todo cuando se producen de manera masiva. El aumento en la población de destino que trae consigo la inmigración incide directamente sobre su economía.
Así, se suman nuevos trabajadores y nuevos elementos a la cultura del trabajo, pero al mismo tiempo aumenta la competencia por los recursos existentes, lo cual suele generar malestar en la población local originaria. Por eso, en contextos de inmigración masiva pueden surgir actitudes xenófobas.
Por su parte, la emigración es un fenómeno debilitante para el pueblo de origen de los migrantes, que no sólo disminuye su población total, sino que pierde trabajadores, saberes y talentos, cuya formación tomó tiempo y recursos locales, pero cuyos frutos serán recogidos por el país de destino.
Hoy en día se estima que existen en el globo unos 272 millones de migrantes internacionales, dos tercios de los cuales son migrantes laborales (o sea, personas que buscan empleo fuera de su país). Muchos otros son desplazados y refugiados por motivos políticos y bélicos (79,5 millones), o solicitantes de asilo en el exterior por sufrir acoso y persecución en sus países (4,2 millones). La migración es un fenómeno típico de la especie humana.
Espacio urbano y crisis ambiental
El aumento del peso del espacio en la teoría social no sólo se vincula con la renovación del análisis crítico con el capitalismo y con nuevas aproximaciones a la noción de estructura y práctica social, sino también con la crisis ambiental. Lefebvre ve en el fenómeno del fin del mundo rural y la llegada de la urbanización completa el sello distintivo de nuestro tiempo. No utiliza el término "crisis ambiental", pero la centralidad de la urbanización en su teoría, con reflexiones sobre el encarecimiento del espacio y la contaminación del aire en las ciudades, no es ajena a dicho fenómeno. Él vislumbra una crisis reflejada en nuevas escaseces, que ya no se limitan al alimento sino al conjunto de elementos naturales como el aire puro, la luz y el espacio. De ahí la necesidad de producción directa de espacio, resultado del proceso histórico socioespacial de urbanización y desaparición del espacio natural, que es muy palpable por ejemplo en las ciudades densas donde la propiedad vertical multiplica las posibilidades del suelo.
En otras palabras, a medida que los elementos naturales -como el espacio- se hacen escasos, éstos deben ser recreados y, en consecuencia, socialmente "producidos", lo cual significa que dichos elementos adquieren no sólo un valor de uso, sino también un valor de cambio. Se venden y se compran, se reparten de manera desigual y, por lo tanto, son vehículo para la reproducción de las relaciones de producción. Y el mercado del espacio, el sector inmobiliario, que había sido subalterno, se convierte en un sector cada vez más integrado en el circuito de producción-consumo. Hoy vemos que se erige como uno de los sectores económicos principales, no sólo como refugio de los capitales en épocas de crisis. En su obra La producción del espacio,
El alza de precios proviene de la concentración urbana, del aumento mundial de la población que vive en las ciudades, donde crece el sector de los servicios. Pese a que hay territorio vacío en el planeta, se hace habitable sólo una parte del mismo de acuerdo con la dinámica de la centralidad y la densificación, lo que beneficia la producción de altas plusvalías urbanas. Es en este sentido una escasez socialmente producida, material e ideológicamente.
Se necesitan los "órganos perceptivos de la ciencia", que dependen de sus instrumentos de medición, de los medios de difusión de sus resultados, del financiamiento, etc. Finalmente, unos riesgos se divulgan más que otros.
Demuestra, siguiendo esta línea de pensamiento, cómo los riesgos ambientales en la Ciudad de México son parte de un discurso que pone de relieve unos temas en detrimento de otros. La contaminación corresponde a una realidad, pero no es problemática en la medida en que hay una construcción determinada de los riesgos.
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